Conforme pasaban los años la nariz de Michael Jackson se hacía más pequeña, la punta se afilaba, las cirugías estéticas sucedían una tras otra, sufrió cambios en su mentón, labios, mejillas, párpados, entre otros.
Esta particularidad del “Rey del Pop” no era tan inusual como mucha gente asume. De hecho, nada menos que 9 millones de personas en Estados Unidos comparten esta característica en común: están atormentadas por su apariencia física.
Como respuesta a la excesiva preocupación por su aspecto la persona con dismorfofobia:
El observador puede no notar el supuesto defecto, pero para la persona representa todo lo que piensan acerca de ella.
Se trate de la forma de la nariz, la forma o el color de los ojos, la textura o color del cabello, los glúteos, arrugas, acné, etc., la preocupación puede ser tan severa que casi una cuarta parte trata de quitarse la vida.
Michael Jackson fue un icono de la cultura, que dejó no sólo un legado en la música, sino una muestra de que las enfermedades psiquiátricas no guardan distinción alguna y de la complejidad que puede tener la dismorfofobia, que es una condición muy real, una enfermedad que causa intenso sufrimiento personal e interpersonal.